Mira siempre el lado positivo de la vida.


Vienes de la nada – vuelves a la nada. ¿Qué has perdido? ¡Nada!

Siempre he admirado a la gente que en cualquier momento malo de tu vida, es capaz de arrancarte una sonrisa. Ese don que poseen ciertos privilegiados para sonreír en los momentos malos, es una virtud que ni se compra ni se puede vender. Si tuviera que trasladar este don a notas musicales, hay una canción que refleja para mi como muy pocas lo hacen, esta alegría a través de silbidos, notas musicales y una letra muy cuidada.

La canción en cuestión se titula Always look on the bright side of life!, y como casi todos habéis adivinado es la célebre canción de la película La Vida de Brian de los Monty Python.

Según cuentan la canción se fraguó filmando la última escena de la película, donde el reparto estaba aburrido y con bastante calor, colgados en las cruces. Eric, empezó a tararear una canción, que a la postre se convertiría en el mayor éxito, musicalmente hablando, de los Monty Python.

Para entender la ironía de la canción, os contextualizo el video.

Brian Cohen (Graham Chapman) ha sido condenado a morir crucificado por su participación en un intento de secuestro. Después de una serie de posibilidades de ser rescatado que acaban siendo todas fallidas, un personaje de una cruz cercana intenta animarle cantando «Always Look on the Bright Side of Life«.

Aquí os dejo el video, donde se interpreta la canción.

Pero lo que más me ha sorprendido de este grupo de humoristas, es que lograron llevar su sentido del humor hasta los lugares más insospechados. Nos ponemos en situación. Uno de los componentes Graham Chapman (Brian en la película), fallece de cáncer y su compañero John Cleese, suelta un discurso en su funeral que resulta increíble teniendo en cuenta que su compañero hacía horas que les había abandonado de este mundo.

Aquí os dejo el video (subtitulado), y posteriormente, parte del discurso que no aparece en el video. Es realmente memorable. Nos despedimos por hoy, esperando haberos alegrado un poco el día.

El problema es que no puedo hacerlo. Si él estuviera conmigo ahora probablemente tendría el coraje para hacerlo, porque siempre me transmitía su audacia. Pero lo cierto es que me faltan sus huevos, su maravillosa capacidad de desafío. Así que me tendré que contentar con decir “Betty Mardsen…”

Pero hoy habrá espíritus mucho más audaces y desinhibidos que yo. Jones e Idle, Gilliam y Palin. Sólo Dios sabe lo que nos depara la hora siguiente en el nombre de Graham. Pantalones caídos, blasfemos sobre pogos, increíbles demostraciones de pedorretas a alta velocidad, incesto sincronizado. Uno de los cuatro planea meterse por el culo un ocelote muerto y una máquina de escribir Remington de 1922 con el acompañamiento del segundo movimiento del concierto para chelo de Elgar. Y eso sólo en la primera parte.

Porque, veréis, Gray lo hubiera querido así. De verdad. Cualquier cosa por él, salvo buen gusto descerebrado. Y eso es lo que siempre recordaré de él, además naturalmente de su extravagancia olímpica. Era el príncipe del mal gusto. Le encantaba escandalizar. De hecho, Gray, personificaba y simbolizaba más que nadie que haya conocido todo aquello que era más ofensivo y juvenil de los Monty Python. Y su gusto por impactar a la gente le llevó a logros cada vez mejores. Me gusta pensar que fue una luz pionera que iluminaba el camino que podían continuar espíritus más ténues.

Algunos recuerdos. Recuerdo escribir el discurso del sepulturero con él: “Muy bien, nos la comeremos, pero si luego te sientes mal, cavamos una tumba y vomitas en ella”. Recuerdo descubrir en 1969, cuando escribíamos cada día en el piso que Connie Booth y yo compartíamos, que había descubierto recientemente el juego de escribir palabras de 4 letras en pequeños cuadraditos de papel, y que sigilosamente iba colocando en puntos estratégicos del piso, haciendo que Connie y yo nos viéramos envueltos en frenéticas búsquedas de papelitos en el último minuto cada vez que esperábamos visitas importantes a casa.

Lo recuerdo en las fiestas de la BBC, arrastrándose a 4 patas y restregándose contra las piernas de ejecutivos vestidos en traje gris, para luego mordisquear las más apetecibles pantorrillas femeninas. De eso también se acuerda la sra. de Eric Morecambe.

Recuerdo cuando lo invitaron a hablar en la sindical de Oxford, y cómo entró en la cámara vestido de zanahoria -un traje naranja que lo cubría por entero terminado en una brillante ramita verde a modo de sombrero-, y a continuación, cuando llegó su turno de hablar, se negó a hacerlo. Se quedó allí, literalmente mudo, durante 20 minutos, sonriendo beatificamente. La única ocasión en la historia del mundo en que un hombre completamente mudo ha conseguido iniciar una revuelta.

Recuerdo a Graham recibiendo un premio de TV de la revista Sun de manos de Reggie Maudling. ¡Quién si no! Y tomar el premio y caerse al suelo, y arrastrándose hasta su mesa, gritando lo más alto que podía. Y si recordáis a Gray, ya sabéis que era de verdad alto.

Es magnífico ¿verdad? Lo curioso de escandalizar… no es que moleste a alguna gente; creo que proporciona a otros un momentáneo gozo liberador, pues nos damos cuenta en ese instante de que las normas sociales que constriñen nuestras vidas no son tan importantes en realidad.

Bien, Gray ya no puede hacer eso por nosotros. Se ha ido. Es un ex-Chapman. Todo lo que nos queda de él son nuestros recuerdos. Pero pasará tiempo antes de que se desvanezcan.

Resto del discurso  sacado de http://www.islaplanesia.com