Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (XI)


strummer y radio bemba

Joe Strummer con Manu Chao y Radio Bemba

Estamos llegando a los últimos capítulos de esta colección de anécdotas. Esta es la primera parte del relato de Jesús Arias sobre una fiesta que organizó en Granada el propio Joe Strummer. La historia es absolutamente deliciosa. Y ya veréis cómo termina todo en la segunda entrega. Esperamos que os guste.

CLASH-CUT THE CRAP

Portada de Cut The Crap

“JESÚS, SI HAY UNA FIESTA A GRANADA ESTA NOCHE, ESPÉRATE FOR ME”. Ésa es la dedicatoria que tengo de Joe en la contraportada del disco ‘Cut the crap’ (la cito de memoria, porque el disco debe andar en algún sitio del nuevo apartamento). Significaba: “Jesús, si organizáis alguna fiesta esta noche en Granada, esperadme”. Joe y su castellano…

A Joe le encantaban las fiestas españolas, la ‘juerga’. Eso de salir un día de casa a las once de la noche y volver a las seis de la mañana, o las siete y, sobre todo, pasear por una ciudad a las tres de la mañana y verla llena de gente divirtiéndose, ligando por la calle, parejas besándose en una esquina, chicas borrachas pidiéndole fuego, sin saber quién era, e intentando seducirlo. Como a todos los anglosajones, eso debía sorprenderle muchísimo. Entre mis grandes amigos irlandeses-ingleses que decidieron finalmente vivir en Granada (Fin Costello, que fue el autor de la portada de ‘Made in Japan’, de Deep Purple, ‘Five Miles Out’, de Mike Oldfield o ‘Japan’, de Japan, o Ian Gibson, el mejor biógrafo de Federico García Lorca) siempre se comentaba que España era fascinante por la alegría de la gente, esa fiesta continua que era la noche y la abierta sexualidad de las mujeres, que no se cortan a la hora de mirar, de sonreir o de bailar… A Joe le pasaba exactamente lo mismo: estaba hipnotizado por la vida de Granada. No se podía creer que hubiera una ciudad en el mundo en el que la gente se divirtiera tanto, que hubiera tantísima gente en la calle a las tres de la mañana. De modo que él decidió organizar una “Spanish Fiesta” en casa de Gaby, el Mac Doc, el médico loco.

Curioso: A Gabriel Contreras (a quien pienso convencer para que escriba en ‘ipunkrock’, un radiólogo de los mejores de España, testigo de todo el movimiento punk en el Londres del ‘76) le llamábamos Gaby; la entonces mujer de Joe, una guapísima, rubia y alta chica londinense cuya madre (a la que llegué a conocer) se dedicaba a robar en Supermercados por puro placer (Joe tuvo que sacarla de comisaría más de una vez), se llamaba Gabi (con la que Joe tuvo a sus dos hijas, Jazzy y Lolita) y Gaby vivía en un pueblo granadino (en realidad son dos) llamado Las Gabias. De modo que era todo un juego de palabras cuando Joe me telefoneaba, y se cachondeaba, diciéndome en inglés: “Gabi y yo hemos decidido montar una fiesta contigo en la casa de Gaby en Las Gabias, porque Gabi…” (Gabi and me have decided to make a party in Gabias’ Gaby house ‘cause Gabi…”). Eso, escrito, se lee perfectamente, pero escuchado a través de un teléfono, dicho por Joe a toda velocidad, era una auténtica locura. Yo tenía que decir: “What????”. Y al final, Joe, partiéndose de risa, terminaba entonando: “Gabba, Gabba hey!”, de Los Ramones. Al otro lado del teléfono, oía, a lo lejos, a Gabi partiéndose de risa con los juegos de palabras de Joe, a Joe volviéndome a repetirme el mensaje en inglés complicándolo más aún, para que yo no entendiera absolutamente nada, a Gabi ya tirada por el suelo a carcajada limpia. -Joe: eres un hijo de puta.- Terminaba yo diciendo en español.- ¡Qué hijo de puta eres! -Hijo de puta -repetía Joe- ¡Qué buena palabra, hombre! ¡Tú tienes que enseñarme todo ambiente en cuando decir ‘hijo de puta’. Una vez, bueno, otra vez, malo, muy malo (Quería decir que tenía que enseñarle de qué forma tenía que utilizar la expresión ‘hijo de puta’ para halagar, o ‘hijo de puta’ para insultar… Aquello me requirió días de clase).

Lo que Joe quería era organizar una fiesta en casa de Gaby Contreras, en Las Gabias (un pueblo a 5 kilómetros del centro de Granada), en dónde él y Gabi estaban parando, con la pequeña Jazzy, para agradecerle a todos los amigos del Silbar la manera en que él había sido recibido. Quería que todo el mundo invitara a sus amigos, que aquello se llenara de gente y, sobre todo, poder escuchar a los 091 en directo. No recuerdo la fecha, pero aquello tuvo que ocurrir al principio de la primavera de 1985, porque la fiesta fue al aire libre. Recuerdo que era un sábado, y que Joe me llamó bastante temprano, sobre las once de la mañana, pidiéndome que fuese hasta Las Gabias en autobús para comer en familia (con Gaby, su mujer, Gloria -adorable persona quien, pocos años después, a los 29 años, moriría de un cáncer de pecho- Fernando Romero, hermano de Esperanza y Paloma Romero… Todo muy en familia) y preparar una gran fiesta. Joe también llamó a Javier García Lapido, el manager de 091 y hermano mayor de José Ignacio García Lapido, porque era un hacha en cocinar carne a la brasa en una barbacoa que Gaby (Mac Doctor) tenía cerca de la piscina y porque era un tipo que le caía muy bien. Javier, como siempre nos trató bien a todos los músicos, a los 091, a los TNT, a los KGB, siempre desplegaba una enorme ironía de hermano mayor. Era un tío absolutamente entrañable, sarcástico, irónico, risueño. Su pasión: Los Beatles. Su devoción: el rock. Su trabajo: conseguir que nos pagaran los conciertos. Me gustaría, algún día, escribir algo sobre él, porque, como persona, era la hostia. Si en el grupo Exxon Valdez tocamos la canción ‘Helter Skelter’, de Los Beatles, es gracias a Javier García Lapido. Si la tocamos en la presentación del disco ‘Directo a Nadsat’ (no incluida en la grabación) es por Javier. Y si mi hermano Antonio grabó una maravillosa versión de ‘Helter Skelter’ para el disco ‘Omega’, de Lagartija Nick con Enrique Morente (‘Niña ahogada en un pozo’), fue porque Javier García Lapido siempre nos convenció de que aquélla era la mejor canción de rock jamás escrita. Desgraciadamente, Javier murió en el mismo año que Joe, a los 42 años, el 1 de julio de 2002. La noche anterior había tenido que organizar un concierto de Jamiroquai en Granada y terminó reventado. Se tomó unas cervezas con unos amigos, se fue a casa y, al despertar, sonó el teléfono. Contestó a la llamada. Y se calló para siempre.

Ese mismo Javier apareció, tantos años antes, con una furgoneta cargada de chuletas en la casa de Gaby en la que estaban Gabi y Joe en Las Gabias, Gabba Gabba Hey. También con gente que, en cuestión de una hora, montó un escenario pequeño para que tocaran los 091 aquella misma noche, altavoces, cables, mesa de sonido… Recuerdo que Joe y yo los mirábamos fascinados. Lo hacían todo super-rápido. Joe me comentaba: “They’re really brilliant. I need some kind of people like them for The Clash. Son rápidos, hombre”. Una vez que el equipo estuvo montado, Joe, por primera y única vez que lo ví sobre un escenario, cogió una guitarra, la enchufó, conectó un micro a la mesa, lo enchufó, me miró y me dijo: “Get up here, man. Let’s play”. Me subí, enchufé una de las guitarras que habían traído, le subí el volumen y Joe me preguntó: “¿Qué tocamos?. Le dije: «Around and around». Rolling Stones. Él dijo: Ok. Y nos pusimos a tocar. Y allí estaba yo, tocando con Joe Strummer y sin público. Sólo él y yo. Creo recordar que Javier García Lapido también se animó, enchufó otra guitarra, se subió al escenario y… a tocar. Improvisamos algunas cosas sin nadie que nos viera. El único público que tuvimos aquella tarde fue Gaby Contreras, que si hubiera sido músico, tambien se habría subido. Hablo de las seis de la tarde en primavera…»

Terminamos con la versión de los Rolling Stones del tema de Chuck Berry que improvisaron en aquella fiesta granadina. Continuará…

Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (I)


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Joe Strummer y detrás La Alhambra

Comenzamos hoy una serie de artículos en los que os contaremos algunas de las anécdotas más interesantes de John Graham Mellor, más conocido como Joe Strummer, cantante, compositor y guitarrista de The Clash, durante sus estancias en España.

londoncallingA finales del pasado mes de junio Bruce Springsteen abría sus conciertos en Londres y Glastonbury con London Calling y Coma Girl, 2 canciones de Joe Strummer. Fue todo un guiño al miembro de The Clash y un bonito gesto además hacerlo en su propia tierra. Joe Strummer, figura clave en la historia del punk-rock anglosajón y fallecido prematuramente en 2002, tuvo desde sus comienzos como músico una relación especial con España.

Cuando vivía en Londres en una casa ocupada, convivió con un navarro y dos malagueñas. Una de ellas sería su novia durante un par de años, de nombre Paloma Romero, pero «bautizada» como Palmolive por Paul Simonon, futuro bajista de la banda, al no saber pronunciar bien su nombre. Esta chica, que luego sería batería de dos grupos punks (The Slits y The Raincoats), vivió en Granada y posiblemente fue la culpable de la atracción hacia esa ciudad que demostró posteriormente Strummer. En una de sus canciones más emblemáticas, Spanish Bombs, mezclando el inglés con un castellano macarrónico, trataba el tema de la guerra civil y del asesinato de Federico García Lorca. Y es que el poeta granadino era uno de sus grandes mitos. Tal era la fascinación que tenía hacia su obra que en 1984, huyendo de los conflictos que salpicaban al grupo, escogió vivir en Granada091_Doce canciones sin piedad

Allí conoció a 091, grupo local que por aquel entonces daba sus primeros pasos y que durante 14 años forjaría una trayectoria tan reputada como incomprendida por el gran público (cómo fue ese encuentro también da para otro jugoso artículo del que próximamente tendréis noticias). Jesús Arias, periodista actualmente, en el pasado integrante de los grupos T.N.T y Exxon Valdez, y hermano del bajista del grupo Antonio Arias, se hizo amigo de él. Cuando Strummer se encargó de la producción de su segundo disco (Más de Cien Lobos) allá por 1986, estaba pasando por malos momentos. Tenía una especial admiración por 091 y quería que hacer una producción de la que sentirse orgulloso, pero la compañía le ponía infinidad de trabas a su trabajo y no aceptaba muchas de sus propuestas. Él se sentía ninguneado y deprimido, necesitaba apoyo moral y Jesús fue una de esas personas donde lo encontró. Esta es la antesala para la anécdota que cuenta en primera persona el propio Jesús Arias y que empieza cuando conoce a un músico callejero llamado Fabrizzi.

«Fabrizzi era uno de esos bohemios trotamundos que se ganaba la vida tocando su acordeón en la calle Zacatín de Granada. Era un «homeless» que interpretaba al acordeón música clásica (Tchaikovsky, Mozart, Beethoven), tangos, canciones pop, lo que fuera, siempre con una maestría increíble. Un músico excepcional.

Arias conocía a Fabrizzi desde hacía unos meses. «Había oído una música buenísima desde lejos y, conforme me acercaba, descubrí que era un acordeonista callejero. Me quedé escuchándolo al menos media hora, echándole monedas y aplaudiendo con cada nueva cosa que tocaba. Era la hostia. Al final, cuando ya el grupo de gente que se había congregado a su alrededor se había dispersado, yo seguía allí, todo embelesado».

Le dije: ¿Cómo te llamas, tío?

Me dijo: Me llamo Juan Carlos, pero todo el mundo me llama Fabrizzi.

Le dije: Pues eres la hostia. De verdad.

Me dijo: Tú debes ser músico.

Le dije: Sí. Y estoy asombrado. ¿Cómo consigues tocar a Tchaikovsky de esa manera? Estoy alucinado.

Me dijo: Tchaikovsky no es tan complicado. Lo difícil son los Clash y los Rolling Stones.

Le dije: No me jodas. ¿Conoces a los Clash?

Me respondió: ¿Los Clash? Son mi grupo favorito.

Y empezó a tocar «Jimmy Jazz».

Le dije a Fabrizzi: «Recoge: Te invito a lo que quieras».

Nos fuimos a un bar, bebimos cervezas y hablamos larguísimamente sobre los Clash. Nos despedimos una hora después. Yo, a partir de ese día, trataba de pasarme por la calle Zacatín para oírlo, él para pedirme que le contara historias de Joe Strummer o para que me contara que lo habían contratado como músico en una obra de teatro.

Y bueno, aquel día, en el Campo del Príncipe, mientras Joe está diciéndome lo jodido que está, aparece Fabrizzi con su acordeón. Lo veo de lejos. Le hago un gesto. Me ve de lejos y se acerca, sin dejar de tocar, hasta nuestra mesa. Y esta escena es la hostia. Uno de los momentos más acojonantes de mi vida. Majestuoso.

Nada más llegar, le digo a Fabrizzi: «Fabrizzi, éste tío de aquí es Joe Strummer».

Fabrizzi lo mira. Me mira a mí. Me dice: «No. Ése no es Joe Strummer».

Joe se vuelve hacia él, y le dice en español: «Si, yo soy Joe Strummer, señor».

Fabrizzi le dice: «Tú no eres Joe Strummer. Tú te pareces a Joe Strummer. Pero no eres Joe Strummer».

Joe me pide que traduzca lo que ha dicho Fabrizzi. Se lo traduzco.

Joe se enfada: «Of course I’m Joe Strummer!».

«Tú no eres Joe Strummer», le dice Fabrizzi con toda tranquilidad.

Joe se levanta de su silla. «¡Sí soy Joe Strummer!», dice en español.

Fabrizzi, tan vagabundo, con sus ojos a lo Martin Feldman, sonríe como los vagabundos que han visto de todo y han oído de todo en este mundo. Vuelve a decirle: «Que no, que no eres Joe Strummer. Yo conozco a Joe Strummer y es mucho más alto que tú».

Joe me pide traducción. Traduzco.

Fabrizzi le espeta entonces: «Si eres Joe Strummer, canta esto».

Y se pone a tocar «Jimmy Jazz».

Cuando Joe Strummer escucha que un músico callejero está tocando en un acordeón «Jimmy Jazz», que le dice en su cara que no es Joe Strummer… Joe… Ese Joe Strummer se va a su lado y, como otro músico callejero, se pone a cantar «Jimmy Jazz» con la voz de Joe Strummer. Y los dos músicos se miran. Y Fabrizzi toca de la hostia y Joe Strummer canta de la hostia.

Putos músicos los dos, como si estuvieran tocando en el metro de Madrid.

Y Joe cantando con lágrimas en los ojos. El día de su cumpleaños se va a Granada y se encuentra a un músico vagabundo que toca sus canciones por la calle para ganarse la vida, que le niega el derecho a ser Joe Strummer, pero que se sabe sus canciones.

Terminan el «Jimmy Jazz» y Fabrizzi le dice: «Bueno, la voz se parece bastante. Pero, si quieres, probamos con ‘London Calling'».

Fabrizzi me dice luego: «Dile que sí, que es Joe Strummer».

Se lo traduzco a Joe, al que le caen los lagrimones por toda la cara. «El mejor cumpleaños de mi vida», dice Joe. «El mejor cumpleaños de mi vida». Para colmo, se acercan a nuestra mesa unos turistas ingleses, y le echan unas monedas a Joe: «Brilliant, really brilliant. You both sound exactly as The Clash (Brillante, realmente brillante. Ambos sonáis exactamente como los Clash).»

Para cerrar esta primera entrega, os dejo con Coma Girl, una de mis canciones preferidas con su grupo Los Mescaleros incluída en el álbum póstumo Streetcore.

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