Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (VII)


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Mick Jones y Tymon Dogg en el homenaje a Strummer en Granada en el 2003

Parce que fue ayer cuando empezamos con esta serial y ya vamos por la séptima parte. Esta vez Jesús Arias nos introduce a Mick Jones y nos relata cómo resolvió Strummer su enfrentamiento con él. Sin más rodeos, aquí tenéis el jugoso texto.

«Es que tiene ya los cincuenta y está listo de pelo. Pero el tío, realmente, es un encanto como persona. Exactamente igual que Joe, que Richard Dudanski, que Tymon Dogg. Yo no sé lo que tiene esa generación de punks ingleses, pero son todos dignos de conocer y de compartir una tarde de charla con ellos. Super-humildes. Les mencionas una canción suya y te dicen: «¡Dios mío, ¿conoces esa canción? Joder, gracias por decírmelo, me ha encantado que te guste!». Y les preguntas: «¿Cómo tocabas esta canción?», van, buscan una guitarra, se sientan a tu lado, y te dicen: «Yo la tocaba así». Y te la tocan.

Ya puse en un tópic cómo se tocaba «London Calling», según me la explicaron Joe Strummer (en 1985) y Mick Jones (en 2003).

Joe, a Mick Jones, le tenía muchísimo cariño. Creo que Joe empezó a confiarme muchas cosas y a contarme muchas cosas porque yo era, en sus tiempos de crisis, el único que le decía: «Tío, deberías llamar a Mick Jones, reconciliarte con él, charlar, volver a tocar juntos». Ahí fue, en 1985, cuando Joe se me abría mucho, me hablaba mucho de sus crisis, de su inseguridad, de lo que echaba de menos el espíritu de The Clash.

Un día, en 1988, o mejor dicho, una noche, a las tantas, sonó el teléfono en casa. Era Joe. «Man, I did it. I phoned Mick today. He has invited me to visit the studio to see what BAD is doing right now. Gracias por el consejo, hombre». Y me estuvo informando prácticamente a diario de todas las sesiones de «Tighten Up», de los BAD. De que se había reconciliado con Mick Jones y quería que yo fuese el primero en saberlo.

Le conté eso a Mick Jones en 2003, justo mientras charlábamos con la Alhambra al fondo y mientras la fotógrafa de mi periódico nos hacía esa foto. «Al fin estoy en el sitio», me contó Mick, «del que Joe me había hablado tantas veces… Granada. Y ahora lo entiendo. Tenía que haber venido antes. Teníamos que haber venido los dos antes aquí… Bueno, yo estoy aquí. Joe debe andar más o menos por aquí. Nunca debimos habernos peleado, porque siempre fuimos colegas (mates) (because we were always mates, soul-mates».

Un tipo super-entrañable Mick Jones…»

Y para finalizar, 2 videos de aquella noche del 20 de agosto del 2003 en Granada.

Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (VI)


Nuevo capítulo de la mano una vez más de Jesús Arias que nos desvela dos divertidas anécdotas del miembro de The Clash. El desconocimiento del castellano le jugó malas pasadas a Strummer, algo que queda patente en una de las canciones más famosas del grupo. Y como colofón, su amigo Jesús nos cuenta la genial idea que se le ocurrió a Joe mientras grababan el disco de 091. Sin desperdicio.

1985. Debía ser primavera o así. De la época no me acuerdo. Los 091 estaban grabando las maquetas del LP Más de cien lobos en un estudio granadino, el estudio de Fernando Romero, que estaba en la calle Pasaje de Recogidas, en Granada. Previamente a esas maquetas, durante finales del año anterior y comienzos de 1985, el grupo había estado grabando maquetas de las canciones en el ensayo y, la verdad, es que el trabajo estaba bastante bien. Joe escuchó aquellas cintas, cuando ya todos los acuerdos para que él produjera el disco se habían cerrado, y estaba muy entusiasmado con el proyecto. Tanto, que él quiso empezar a querer ser parte de 091 como uno más. Se puso como loco a estudiar castellano (yo era el que le daba las clases) y a tratar de escribir canciones en español para 091.

Compuso dos que eran deliciosamente desastrosas. Una especie de bulería flamenca-rumba llamada «Tú tienes Londres, tienes París» y otra llamada «La Ferretería», un blues que hablaba «del hombre del chocolate», de «las bellas señoritas», mezclando palabras en castellano y en inglés. Como letrista en castellano, puedo decir que Strummer era uno de los tipos más desastrosos que he conocido: lo mezclaba todo sin sentido. Ya se lo hice ver cuando un día surgió el tema de Should I stay or should I go? y me dijo que estaba muy orgulloso de haber escrito la parte en castellano con un amigo suyo en Londres. Se llevó un chasco cuando le dije que en España nadie se enteraba de lo que estaba cantando. «¿No se entiende ni una sola palabra?», me preguntó alarmado. «Ni una», le contesté yo. Y entonces me hizo una pregunta que me hizo tirarme de espaldas, muerto de risa:

«¿Y en México? ¿Se entiende lo que canto en México?».

Al final, cuando terminé de reír, le dije que no, que tampoco en México.

Un día le llevé una adaptación en castellano de Should I stay or should I go?, la leyó, me dió un abrazo, me dijo: «Muchas gracias, amigo», y se la guardó en el bolsillo como si fuera un tesoro. A todos los colegas ingleses que se fue encontrando a su vuelta a Londres, según me contaría después, les decía que ya tenía la letra de Should I stay or should I go? en «correct Spanish», como si alguien le hubiera descifrado un jeroglífico.

Eso le animó mucho a aplicarse mucho en las clases que yo le daba de castellano y a esforzarse bastante. Llegó a dominar muchos giros en español, a soltar «hijo de puta» como si fuera del Sacromonte y cosas así. También le animó a intentar a hacer sus pinitos poéticos como letrista…

El resultado fueron esas dos «joyas» que escribió para 091 y que están grabadas. Yo tuve copia de esas cintas durante mucho tiempo, pero debí prestárselas a alguien y no sé por dónde andarán. Pero seguro que Tacho (batería), que era el gran recopilador del material de 091, como José Antonio (cantante) o Lapido (guitarra) deben tener por ahí. Sería espléndido que las sacaran. Como canciones son un desastre, unas simples maquetillas. Como documento histórico tienen su cosa.

Recuerdo el día que se grabaron en el estudio de Fernando Romero. El grupo llevaba bastantes días acumulando mucha tensión por toda la grabación «seria» de las maquetas, es decir, canciones como Cuando pierdo el equilibrio (que, en versión de 091, iba a toda leche y que luego Joe, en los estudios de Madrid, obligaría a rebajar de velocidad hasta llegar, como él dijo, «al feeling de Honky Tonk Women»), «Blues para olvidar», En la calle

Al final de una de esas intensas sesiones, decidieron grabar las dos canciones de Joe. Lo hicieron con «sonido directo», es decir, con todo el mundo grabando al mismo tiempo y los micros abiertos por toda la sala. «Tú tienes Londres, tienes París» tiene una introducción flamenca en guitarra acústica, y José Antonio se arrancaba a cantar como un cantaor flamenco. Tacho, Joe y yo éramos los palmeros: ta-ta…ta. ta-ta…ta, y todos en general hacíamos los coros:

«Tú tienes Londres, tienes París
y yo me voy con el ejército del Cid»…

La letra (de la que no me acuerdo) no tenía desperdicio en cuanto a despropósitos lingüísticos. Pero, reírnos, nos reímos lo nuestro aquel día.

Luego, el grupo grabó «La Ferretería», en la que Joe contaba cómo trataba de pillar chocolate en las calles de Granada y se iba confundiendo de sitios hasta terminar en una ferretería. Era algo así. Ahí él cantaba como segunda voz y coros en los estribillos. Otro delicioso desastre.

Pero el tío era genial. Los 091 deben acordarse de esto como si lo hubieran vivido ayer.

Al término de unas grabaciones (no sabría decir si fue esta, o fue otro día, porque estuve asistiendo a la grabación de las maquetas durante casi todos los días) a Joe se le ocurrió una idea genial: terminar un tema con el sonido estrepitoso de una persiana metálica cayendo de golpe.

A él le había fascinado mucho ver cómo los talleres mecánicos, algunos comercios, muchas tiendas, tenían persianas metálicas que hacían rodar hacia abajo estrepitosamente hasta que chocaban contra el suelo. Y luego les ponían candados. Cosas así, las persianas metálicas, el sonido de las cortinas de tiras de plástico de los bares del Sacromonte, le sorprendían mucho. Lo tenían fascinado.

Como el estudio de Fernando Romero tenía una persiana metálica, se le ocurrió la idea de grabar su sonido cayendo y luego haciendo Chhhhhaaaaassssss! contra el suelo.

El estudio tenía dos plantas, la primera, que estaba a ras de la calle, y el sótano, que estaba absolutamente acolchado para las grabaciones. Joe explicó lo que quería hacer: grabar, desde el sótano, el sonido de la persiana metálica de la entrada, que estaba, por cierto, bastante lejos de los micrófonos más cercanos. Pero se intentó.

Fue el mismo Joe el que subió escaleras arriba, atravesó el vestíbulo, se enganchó a la persiana metálica y la cerró de golpe.

Los micros grabaron un sonido lejísimo y apenas perceptible. Joe atravesó el vestíbulo, bajó las escaleras, escuchó la grabación y dijo: «Se tiene que oír más fuerte. I need it louder, much more loud than this». Volvió a subir las escaleras, atravesar el vestíbulo, subir la persiana, engancharse a ella y bajarla estrepitosamente.

Abajo sonó un poco más fuerte, pero no mucho más.

Vuelta a subir las escaleras, atravesar el vestíbulo, engancharse a la persiana. Y esta vez sí: nosotros, que estábamos abajo, oímos un estrépito alucinante a través de los altavoces, chasquidos metálicos, cosas que caen.

«¡Fantástico!», le dijo alguien a Fernando Romero, el ingeniero.

Entonces apareció Joe escaleras abajo: «Lo siento, Fernando», dijo. «Creo que acabo de destrozar tu puerta».

Efectivamente: subimos, y allí estaba la persiana metálica, desencajada, tirada en medio de la calle. Joe había tirado con tal fuerza de ella, que la había desencajado de las guías y la puerta había ido dando tumbos hasta quedar en medio de la calle.

«Dime cuánto te debo por esto, Fernando», le preguntó Joe como un cordero. «Lo siento, I’m really sorry for this».

Aquella noche nos reímos todos como locos en El Silbar.

Finalizo este capítulo con una actuación en televisión de 091 tocando un playback de Cuando pierdo el equilibrio.

Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (V)


Esta quinta entrega no tiene desperdicio. Jesús Arias narra con especial emoción uno de los pasajes más curiosos sobre la estancia de Joe Strummer en Granada. Su pasión por Lorca le llevó a protagonizar una escena entre emotiva y surrealista en Víznar, el lugar donde parece que se encuentran los restos del poeta granadino. (Recientemente se publicaba la noticia que anunciaba que la Junta de Andalucía había aprobado la apertura de la tumba de Lorca en octubre de este mismo año).

«Llegamos a Víznar cuando se estaba poniendo el sol. El paisaje, desde allí, es sencillamente esplendoroso. Al entrar en el pueblo, Joe detuvo el coche: “Let’s look for a ferretería” (busquemos una ferretería), me dijo.

-A ferretería? What for? (una ferretería? para qué?)- le dije yo.
-We need shovels (Necesitamos palas)
-Shovels? Are you crazy? What do you mean for shovels? (Palas? estás loco? Qué quieres decir con palas?)
-If Federico García Lorca is buried here, we are going to find his grave and take his body out. (Si F.G.L está enterrado aquí, vamos a encontrar su tumba y sacar su cuerpo)
-Are you crazy, Joe? It’s impossible to find Federico García Lorca’s grave! (Estás loco, Joe? Es imposible encontrar la tumba de F.G.L!)
-If you and me are here, together, Jesús, it means that anything is impossible for us. (Si tú y yo estamos aquí, juntos, significa que nada es imposible para nosotros)

Joe quería buscar la tumba de García Lorca, rastrear todo el lugar, descubrir su cadáver y desenterrarlo. Estaba convencido de que iba a encontrarlo. Traté de explicarle que era absolutamente imposible: que son kilómetros, kilómetros y kilómetros cuadrados de monte, que ya ni siquiera existían montículos que indicaran sobre posibles enterramientos durante la guerra civil, que muchas zonas estaban repobladas de pinos. Joe seguía en las suyas. Finalmente, le dije: “Mira, vamos a hacer una cosa. Visitamos primero el sitio. Te enseño todos los posibles lugares en los que podría estar enterrado y si ves alguno que te despierte una corazonada, volvemos a pueblo, compramos las palas, y vamos allí”.

Se mostró de acuerdo.

Le conduje hasta el paraje en el que se sospecha que Lorca fue fusilado. Hoy hay un parque que lleva el nombre de Lorca, pero entonces todo era un inmenso descampado de terruño y de monte, con sólo algunos olivos. Debajo de alguno de ellos, nunca se sabrá, están Lorca y muchos más. Alrededor, pinares que repueblan otras muchas tumbas anónimas. Entre esos pinares y los olivos, en algún sitio, está Federico García Lorca. Le dije a Joe que parara el coche y me bajé.

-He’s somewhere, around here. (El está en algún sitio, por aquí)

Joe se bajó. Empezó a caminar. Yo lo esperé al lado del coche. Le dejé pasear. Se encendió un cigarrillo y lo ví alejándose poco a poco, ladeando la cuneta, observando la puesta de sol, escuchando el silencio. Cuando estaba como a unos cincuenta metros de mí, se volvió.

-Ven -me dijo.

Conforme iba hacia donde él estaba, soltó de pronto: “I can hear them”. (Puedo oirlos)

Luego lo volvió a susurrar cuando llegué a su lado: “I can hear them”.

“Hear what?”, le pregunté yo. (Oir qué?)
“I can hear the screams of the dead” (“Puedo oír el grito de los muertos”). “Something really tragic, unbelievable, terrific, happened here, something really tragic. I can hear it. I can hear the screams of the dead”. (Algo realmente trágico, increíble, terrorífico, sucedió aquí, algo realmente trágico. Puedo oirlo. Puedo oir el grito de los muertos)

Nos quedamos callados bastante tiempo, mirando la puesta de sol, escuchando el silencio. Luego Joe apagó su cigarrillo, se sacó una china de chocolate y se puso a liar un porro. “Hace muchos, muchísimos años, le prometí a Federico García Lorca que me fumaría un porro delante de su tumba, en su honor”, dijo en inglés. Y luego, en español: “Federico, va por usted, maestro”. Se encendió el porro, cruzó la carretera y se fue hacia unos olivos: “Es aquí ¿verdad?”, me preguntó en español, refiriéndose a los olivos que cita Ian Gibson en sus libros sobre la muerte de Lorca. Le dije que sí. Se sentó, me ofreció el porro -yo no fumé, prefería el tabaco- y me dijo en inglés: “Prométeme que algún día volveremos por aquí. Traeremos guitarras acústicas. Compondremos una canción llamada ‘Lorca’ que hablará de esta tarde, de este silencio, de esta puesta de sol, del grito de los muertos, de este olivo. De ahora mismo. Tú escribe la música y yo escribiré la letra. Pero no quiero que esta tarde se me olvide”.

Luego, al cabo de un rato en silencio, dijo: “Well, it’s time to come back to Madrid and work hard”. (Es momento de volver a Madrid y trabajar duro)

Durante los años siguientes, cuando nos llamábamos, cuando nos veíamos, Joe y yo hablábamos de ‘Lorca’, la canción. Yo, con los años, fui componiendo una canción muy al estilo Clash, para que él la cantara y le pusiera texto. Él siempre me preguntaba que cómo iba nuestra canción. Yo le decía que ya tenía la música, pero que necesitaba que él le pusiera el estribillo. Años después, quisimos hacer dos canciones juntos, ‘Lorca’ y ‘Tranceblues’. Él nunca llegó a enseñarme sus letras o si había escrito algo. Pero siempre me preguntaba por la música que yo había hecho. Le enseñé una idea en 1992, y a él le gustó. Eso ya es otro recuerdo.

No sé si Joe se acordaría muchas veces de aquella visita a Víznar, de las promesas de canciones que hicimos. Pero a mí se me quedó grabada para siempre aquella frase suya: “I can hear the screams of the dead”. “Puedo escuchar el grito de los muertos”.

Inicialmente, el homenaje que Richard Dudanski preparó para Joe tras su muerte en el Sacromonte, en agosto de 2003, debía haber tenido lugar en Víznar, pero, por problemas con la Diputación de Granada, no pudo ser. El segundo sitio de referencia sobre Joe era el Sacromonte.

A mí me queda esa tarde con mi amigo Joe en Víznar, esa puesta de sol, ese silencio, los cigarrillos que nos fumamos juntos, las palas que no nos compramos en la ferretería, el paisaje, la complicidad del colega, la brisa fresca, la poesía de Lorca y el Dodge-Dart plateado con techo negro.»

Termino con la canción en la que Strummer ya plasmaba su afición por Lorca y por lo sucedido en la guerra civil española, Spanish Bombs, con letra mitad en inglés mitad en castellano.

Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (IV)


joestrummer_chica_cocheHacemos un alto en las confidencias de Jesús Arias (bajo el seudónimo ExxonValdez sacadas de este hilo) para incluir un texto escrito por Santiago Auserón sobre su relación con Joe Strummer. Un texto que merece la pena desde el principo hasta el final. El líder Radio Futura, uno de los grupos más importantes de la movida madrileña, nos cuenta cómo conoció a Joe Strummer y varias anécdotas que figuran entre las mejores de todo su repertorio. Sobre una de ellas, la compra de un Dodge Dart del que se quedó prendado Strummer, Auserón no lo dice pero fue él quién le prestó 150.000 ptas para que lo comprara. Un coche que Joe le tuvo mucho cariño y que al irse a Londres precipitadamente porque su mujer se había puesto de parto, dejó en un parking de Madrid. Ya no lo pudo recuperar porque no recordaba dónde lo había dejado. Esta pérdida la tenía muy presente y a la mínima ocasión pedía ayuda por si alguien sabía dónde estaba. Una vez pasó algo gracioso. En el festival de Glastonbury de 1998 un reportero de Radio 3 le reconoció y le hizo una entrevista allí mismo. Strummer ni corto ni perezoso aprovechó la oportunidad para solicitar en antena la ayuda de los oyentes por si alguien sabía algo de su coche. Genio y figura.

«Al otro lado del hilo telefónico escucho una tarde de diciembre de 1985 la voz calurosa de un inglés que se hace llamar Joe Strummer, “el Rascador”. Quedamos en un bar cerca de la plaza de Roma de Madrid. Su presencia tiene la misma temperatura que su voz, una extraña mezcla de inquietud y control.

Pese al exceso de interés mal disimulado por mi parte, producto de su trabajo con un grupo de rock convertido en leyenda, logramos en poco rato conectar en torno a algunas claves, gracias a su manera de entender las canciones como arte callejero y proyección del deseo comunitario.

Intento explicarle mi idea del nuevo rock hispano y la conexión con el trabajo de los Clash. Adopta una expresión fascinada, con cierto halo de celuloide, pero se mantiene amistoso y cercano. Strummer lleva unos días deambulando por Madrid, trabajando con el grupo granadino 091, siguiendo un rastro de poesía lorquiana, tras haber medido el pulso de la gloria mediática.

A partir de la segunda cita el tono se vuelve confidencial: “Mi reputación en Londres, dice, no puede estar más baja.” Parece un apátrida exiliado del Imperio por su propia obstinación, pero no deja de ser un gentleman altivo. Nació en Ankara, hijo de diplomático inglés y madre escocesa, de las Highlands. Tiene ojos verdes de rebeldía ingenua y demoniaca. Vivió de niño en la ciudad de México. Amante puritano de los mitos del cine, rockero y activista, pistolero emocional, Joe no huye de su estrella torcida. Se pasea por Madrid con una bolsa roja que dice: “Clash”, como quien maneja las riendas del caballo de los sueños infantiles.

Se hace entender en los bares de barrio en un español balbuceante, aunque directo y preciso en sus intenciones. A última hora se acoda en la barra del King Creole, en actitud de mito accesible que no oculta su vulnerabilidad. Perfecto prototipo rockero, afronta la mirada atónita de los que se dan con él de bruces.

Suenan canciones de Lee Dorsey y Julie London. De vez en cuando, con gesto peliculero y brumoso, Joe se concentra en su libreta de notas, ávido por captar destellos de calles nuevas para sus ojos, o quizá fantasmas de la ciudad que dejó atrás. Unos y otros juegan a huir de la punta de su lápiz. Entoces Joe cuenta cómo conocio a Lee Dorsey en Nueva Orleáns: dirigía un taller mecánico, después de haber estado en lo más alto de las listas, y llevaba un revólver escondido en la bota.

Si un asomo de cansancio aflora en quienes le acompañamos en su peregrinación nocturna, Joe dibuja su gesto favorito: bajando un poco la cabeza, sesgando la mirada, apretando los puños, con un rictus en los labios que denota coraje y orgullo. Es puro teatro, pero nos hace reir y recobrar fuerzas.

Discutimos sin parar: él defiende el prestigio inmaculado de los santos del siglo de la imagen que surcan el firmamento como estrellas fugaces. Yo intento esbozar con lengua de trapo una ética del rock distinta a la herencia del cine. Por dudosa que resulte su película, su andar con la solapa levantada despide luz por las calles de Madrid. Una estrella callejera solamente puede acabar en mala estrella, ya se sabe.

Joe cultiva una especie de bohemia de lujo, no por despilfarro monetario incompatible con su vena escocesa, sino por lo pulido y escueto de su pose. Dicen que a veces pasa la noche entera en el estudio, durmiendo un rato debajo de la mesa de mezclas. A veces es obvio que se regocija en la incertidumbre. Pero de la estética del caos sólo queda un cerebro cansado de tensión. No hay drogas duras, no hay descontrol. Pasa la noche lenta y metódicamente en los bares de Malasaña, a base de cerveza y porros. Su mujer está a punto de dar a luz su segundo hijo en Londres.

Por mi parte trato de llevar con humor el careo con su actitud derrotista, que me pone algo nervioso. Pero él aguanta la derrota hasta altas horas de la madrugada y en cambio mi optimismo se desparrama por el suelo en cuanto rebaso cierto límite de alcohol.

El guitarista Mick Jones consigue aceptación con Big Audio Dynamite, después de haber sido expulsado de los Clash por el propio Joe, quien ahora no sabe si retomar el grupo o apostar por su carrera en solitario. El último álbum de los Clash sin Mick Jones es flojo, decadente, oportunista, manipulado por los intereses del negocio. ¿Cuándo se puede decir que la historia de un grupo de rock ha terminado? En cuanto se insinúa la duda acerca de lo que aporta cada uno. Un grupo de rock es un magma delicado y enigmático.

Durante los últimos días que pasamos juntos, Joe lleva su drama casi hasta el paroxismo. A través de la reja de una ventana abierta en la oficina de la calle México, sentado sobre el capó de un coche, nos saluda una tarde anunciando que su suerte va inevitablemente a peor. El disco que produce se inclina hacia el desastre, no tiene chica con quien salir y, para colmo de males, el coche que quería comprar ha desaparecido. Era un viejo Dodge Dart abandonado cerca del estudio de grabación. La mitología entera del rock se desmorona. Pero me viene a la cabeza que Chiqui Abril, de la galería Buades, amigo y vecino, tiene aparcado a la puerta de casa un Dodge plateado en aceptable estado de conservación, del que se quiere deshacer por poco dinero.

Joe desaparece unos días, nadie conoce su paradero. Ha habido problemas en el estudio y ha abandonado la grabación. Un día suena el teléfono y su tono de laconismo dramático me comunica que está desesperado: “realmente necesito un dodge” (que en inglés significa un regate o una argucia).

Tras varios días bordeando el delirio, Joe reaparece una noche fresco y radiante, impecablemente vestido de rojo, con el tupé bien alto. Lleva una placa militar con el nombre de su mujer colgada al cuello. Con extrema seriedad me vuelve a hablar del Dodge y me pregunta si creo que está loco. Le contesto que tal vez lo esté, pero que le vamos a conseguir un Dodge.

Los Radio Futura en pleno le acompañamos a la compañía de discos, donde Joe quiere renegociar las condiciones para terminar la producción. Mientras esperamos en recepción guardamos una especie de silencio solidario y militante. De pronto se abre la puerta de la sala de reuniones y salen varios ejecutivos en torno a un abrigo de pieles blancas, desde el que una dama morena alarga una mano que sostiene un cigarrillo sin encender. Joe saca rápidamente su mechero del bolsillo y apuntando hacia ella da un brinco gritando: “Paquirri´s widow!” La mismísima Pantoja, viuda de Paquirri, sí señor. Joe Strummer le da fuego y ella sigue su camino echando humo, sin preguntar quién es aquél vaquero galante.
Unos días después, durante una remezcla en Londres, nos enteramos de que el Dodge de Joe Strummer va rascando las esquinas del centro de Madrid con estruendo de hojalata. Lo llama “El Monstruo”. Cuando volvemos a Madrid, Joe se instala en casa de Luis, bajista de Radio Futura. Duerme vestido encima de la cama, por la mañana, tres o cuatro horas. Ya por la tarde, antes de salir de nuevo a vagar toda la noche, se acicala y se sienta, –cuenta Luis– a fumar, mirando muy serio cómo da vueltas su ropa en la lavadora.»

Santiago Auserón bajo su nombre artístico Juan Perro ha adelantado 4 maquetas del que será su nuevo disco. Una de ellas se titula «José Rasca» y es un homenaje a Joe Strummer. En su myspace podéis oirla y en este enlace os la podéis descargar.

Las anécdotas hispanas de Joe Strummer (III)


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Strummer en el día de su cumpleaños

Seguimos con las anécdotas de Joe Strummer que cuenta tan interesantemente el que fuera su amigo granadino Jesús Arias. En este tercer capítulo nos habla sobre las circunstancias que rodeaban el 40 cumpleaños de Strummer (12 de agosto de 1992) y la repercusión por distintos motivos que habían tenido 2 de sus canciones. Una de ellas es este célebre Should Stay or Should I go?

«Fue en el 40º cumpleaños de Joe, en agosto de 1992. Apareció por Granada con Gaby, las niñas, y otra pareja de amigos para celebrar su cumpleaños. Creo recordar que, gracias a un anuncio de Levis Strauss, «Should I stay or should I go?» había vuelto a las listas de éxitos en Estados Unidos y estaba teniendo bastante repercusión. Joe estaba muy sensible por eso que ahora ya yo sé, lo de la crisis de los cuarenta, cuando te planteas si realmente has hecho algo decente en la vida o no.
El caso es que apareció como siempre, con su castellano anárquico, una camisa hawaiiana, Gaby, las niñas, y toda su ingenuidad de inglés en España. Me llamó desde el hotel Los Ángeles, en donde se hospedaban, y me invitó a comer con ellos. Hacía bastante tiempo que no nos veíamos, pero nos habíamos llamado mucho por teléfono a lo largo de los años y, una y mil veces, me había invitado a ir a su casa de Londres. Yo siempre decía que sí, que iría. Pero nunca lo hice. De hecho, aún no conozco Londres… He estado en Berlín, en Lisboa, pero jamás en Londres. Imperdonable. Y el primero en decírmelo es Richard Dudanski (batería de 101’ers, primer grupo de Strummer). Y tiene más razón que un santo.

Cuando aparecí en el hotel, Joe me saludó como si fuera un hermano suyo. Me presentó a sus amigos todo lleno de orgullo: «My teacher of Spanish!», les dijo. «My man!». Joe me contó que le había hablado muy bien de mí a todo el mundo en Londres. «Si necesitas un profesor de español», me contó que solía decir en Londres, «llama a este tío». Me habló de que acababa de recibir una llamada de Estados Unidos diciéndole lo bien que iba «Should I stay or should I go?» allí y que pensaba que debería regrabar esa canción de nuevo con la traducción que habíamos hecho entre los dos años atrás (-siento que mis recuerdos vayan a saltos, pero prefiero contarlos así, a bote pronto, antes que tratar de ordenarlos cronológicamente, porque, para mí, no serían tan vívidos ni tan espontáneos, sino mucho más elaborados, y perdería la fluidez… ya contaré en otro momento lo de la traducción al castellano de la canción-).

Joe parecía bastante eufórico, pero su mujer, Gaby, me contó, en un momento en el que él estaba llamando a unos y a otros por teléfono para decir que estaba en Granada, que Joe no se encontraba bien. Estaba bastante deprimido por eso de cumplir 40 años y estaba atravesando una fuerte crisis, lo que después mucha gente llamaría «The wild years» de Joe. Se encontraba musicalmente perdido, las bandas que intentaba montar no terminaban de salirle bien, la sombra de The Clash le pesaba como una losa… En definitiva, según Gaby, la vuelta a Granada era como volver a respirar aire fresco, regresar a los tiempos en los que él realmente había disfrutado. Quería celebrar su cumpleaños entre «su» gente, sus amigos, entre los colegas que lo conocían como «Joe» solamente: los camareros de los bares que ignoraban que él fue parte de una banda famosísima y que sólo tenían en cuenta que le encantaba el ‘pálido-cola’, los flamencos del Sacromonte, los rockeros de La Cúpula… Gaby me pidió, más o menos, que actuara de ‘hermano mayor’ de Joe, que lo animara.

Habíamos decidido ir a comer al Campo del Príncipe, una plaza bastante bonita de Granada que Joe recordaba con mucho cariño por sus bares, sus camareros, el vino, el ambiente festivo que siempre había -y hay- por allí. Nos fuimos dando un paseo.

En el Campo del Príncipe nos esperaban Fernando Romero, hermano de Esperanza y Paloma Romero (Paloma=Palmolive, The Slits, la antigua novia de Joe en los tiempos de los 101’ers) y Gabi Contreras («el médico loco», como lo llamaba Joe, radiólogo eminente y uno de los más íntimos amigos de Sid Vicious), los dos con sus familias. De manera que nos juntamos en una terraza un considerable equipo de gente (familias con niños) a beber cerveza.

Joe se sentó a mi lado para charlar conmigo. Ya habíamos hablado de eso bastantes veces por teléfono, pero volvió a sacarme el tema. Él estaba muy enfadado porque, el año anterior, durante la Guerra del Golfo, Estados Unidos había utilizado «Rock the Casbah» como «himno» entre los soldados americanos en una emisora de radio de una base norteamericana antes de ir a Iraq a lanzar las bombas. El quería hacer una canción contra eso, contra el Ejército de los Estados Unidos. Tenía un título para una canción, «Tranceblues» y una historia divertida: El Ejército USA es enviado a invadir Granada, en donde ha habido un golpe de Estado (la isla de Granada) pero, por equivocación, invade la ciudad de Granada. La canción iba en torno a eso: era un cúmulo de despropósitos.

Creo que ya hablé sobre eso en otro topic. Joe escribiría la letra y yo hacía la música. Hablamos sobre ello durante bastante rato y muchas cervezas (yo le dije que ya tenía la música) y, tras un silencio, Joe cambió de tema y me espetó: «Man, I’m pretty fucked» o algo así («Estoy bien jodido»).

Le pregunté por qué.

Tal y como me había dicho Gaby, Joe me contó que su vida era una mierda, que tenía 40 años, que no había hecho nada importante, que era un desastre, que se sentía un fracasado, que Mick Jones, al menos, había creado Big Audio Dynamite y era feliz y famoso, mientras que él se sentía completamente al margen.

Yo traté de disuadirle. «Tío», le espeté en inglés, «tú has escrito canciones como ésta, ésta y ésta. Yo a tí te admiraba cuando yo tenía 16 años. ¿Recuerdas lo que me decías tú de los Rolling Stones? ¡Pues tú fuiste mis Rolling Stones! Yo tocaba en mi guitarra, en mi habitación, ‘1977’ y escribí una canción llamada ‘1984’ porque en ‘1977’ tu cuenta atrás se terminaba en 1984».

Y le hablé de lo amigo que era para mí, muy al margen de The Clash, muy al margen del Joe Strummer famoso. Le dije lo mucho que lo quería como amigo…»

Como cierre os dejo con Rock The Casbah, utilizada para unos fines que Strummer aborrecía.

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